dimarts, 14 de juny del 2011

IV



Contemplaba mi reflejo en la oscuridad que reinaba al otro lado de la ventana del tren. Estaba muy nervioso, tanto que parecía notar una mano estrujándome el estómago, como si de una esponja se tratara. El tren salió por fin al exterior del túnel de la estación de Barcelona Sants y en el cielo brillaba el Sol intensamente, anunciando un caluroso día de Agosto. Apoyé la cabeza en el cristal, queriéndome relajar, y me dejé hipnotizar por el vaivén del vagón deslizándose por la vía.

Unos ojos negros me observaban en la distancia, como dos agujeros negros dispuestos a absorber cualquier alma que se propusiera. Esos ojos temibles se fueron a alejarse, perdiéndose en la oscuridad que nos envolvía. De pronto, la oscuridad comenzó a tomar forma; primero aparecieron unas columnas redondas de hormigón que se distribuían en círculo a mí alrededor, sosteniendo una cúpula también de hormigón. Enfrente de mí se dibujó con corredor de cipreses descuidados i al final, tras el último muro del laberinto, se erguía una torre blanca octogonal con un pequeño mirador a lo alto. Quise acercarme, pero por cada paso que daba, el pasillo de arbustos y cipreses se alargaba dos metros. Comencé a correr, desesperado, hasta quedarme sin aliento y el corredor se extendió tanto que no alcanzaba a ver el otro extremo, ni siquiera la torre era ya visible. Una niebla densa se fue acercando desde el fondo hasta llegar a alcanzarme, dejando el ambiente apagado y en penumbra. No era una niebla húmeda, pero sí era muy fría. Las ramas de los cipreses se comenzaron a agitar, empujados por una fuerte corriente de aire que soplaba en mi dirección y, a ambos lados, se abrieron dos corredores más. Me adentré en el que me quedaba a mano izquierda, pero no tardé en parar de caminar. Al fondo del pasillo se divisaba una silueta negra, aunque más negros eran sus ojos furiosos que me observaban. Comencé a retroceder, pero la sombra se acercaba más rápido. Finalmente comencé a correr, dándole la espalda, y giré a la izquierda en dirección a la torre, que de nuevo se alzaba al otro lado de los cipreses. Al llegar a la entrada, exhausto, me volteé para comprobar que no me siguiera el espectro. Todo estaba ahora verde y tranquilo, sin rastro de la niebla que por unos minutos acechó. Di un paso atrás, para dirigirme a la torre, pero entonces noté sus fríos y afilados dedos acariciar mi mejilla.

          Me desperté de golpe por un movimiento brusco en el convoy y me sorprendió lo rápido que iba el tren. Miré al exterior y vi alejarse el pueblo de Castelldefels. Ya quedaban pocos minutos para llegar a Cunit y reunirme con Cristina. Tenía tan solo 17 años, pero estaba completamente convencido del amor que sentía por ella. El tren fue tomando velocidad a la entrada de los túneles del Garraf, y hasta cogí miedo, igual que los demás pasajeros del tren. Se veían alarmados, algunos incluso con lágrimas en los ojos. Me asomé a la ventana y me sobrecogí al ver que habíamos invadido la vía contraria, íbamos, como quién dice, en contra dirección. Yo también me alarmé, y caminé desde la cola hasta la cabeza del tren, como tantos otros pasajeros hacían. Un pasajero me avisó de que se me cayó un papel al suelo. Di media vuelta, extrañado, y un chico de no más de treinta años me tendió una extraña tarjeta blanca con un pictograma de un caballo alado de perfil, con las piernas delanteras levantadas. Esa tarjeta no la había visto en mi vida, y me quedé dubitativo. El claxon de un tren me hizo volver a la realidad, dejando de lado el intentar averiguar el origen de tal tarjeta. Al sonido del claxon le siguió el ruido que hacen las ruedas de los trenes en una parada de emergencia, sin embargo el tren en el que me encontraba no frenó en ningún momento, solamente aumentaba la velocidad. El claxon, continúo, se aproximaba cada vez más, hasta que lo eclipsó el estruendo que provocó la colisión frontal entre los dos trenes. Primero salimos todos propulsados hacia delante, y luego el vagón se alzó y se torció hacia la izquierda, cayendo al vacío en las aguas del Mediterráneo.

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